Quedé petrificada unos momentos ante la visión de esa silueta, pero tras un momento de calma, pude ver que tenía los brazos extendidos, en posición de un confinado, por lo que mi terror inicial se convirtió en enojo, y a gritos me le fui acercando:
-¡Qué haces aquí!, ¡este es mi departamento y nadie había estado antes aquí, no tienes motivo para confinarte!.
Prendí la luz del cuarto ya envalentonada (sabía que no se iba a mover) el hombre volteó a verme y vi que era nuestro coordinador. Tenía una expresión sombría, pero se sorprendió al verme al igual que yo.
-¡Liz, que haces aquí!. Me dijo con expresión de asombro.
-Es lo que yo le pregunto señor,- le contesté, -este es mi departamento. ¿Está usted bien?, ¿cómo llegó aquí?.
- ¡]No tengo idea!, lo último que recuerdo es llegar a mi casa, sentí que me desvanecía, y luego tus gritos me hicieron reaccionar. Por lo visto - dijo con cierto aire de resignación, - ya me uní al club de los confinados, no puedo moverme, y lo más extraño, no tengo deseos de hacerlo.
Recordando lo que había estado teorizando sobre los confinados, le dije, -¿existe algo que le provoque un fuerte sentimiento en este lugar como para confinarse a el?. Le pregunté con curiosidad.
-No recuerdo haber estado en este sitio nunca, en todo caso, mi apego es más hacia ti- me dijo, aprovechando para lanzarme otra insinuación.
Siempre pensé que era un viejo rabo verde, y que solo buscaba pasarla bien conmigo, pero ante estos hechos, comencé a creer que tal vez, tenía buenas intenciones hacía mí, solo un fuerte sentimiento lo había podido poner en la situación en que estaba , esa idea hizo que se me endulzara un poco el carácter, aunque la verdad seguía sin atraerme la idea de relacionarme con él más allá de lo profesional.
-Le prometo que lo voy a ayudar, le dije con voz dulce, -por lo pronto, creo que tendré que cambiarme a dormir al sofá en lo que solucionamos esto-, el me miro y sonrío, noté cierto aire de amargura en esa sonrisa.
Platicando con él, le pregunté si había notado algo inusual en su salud o su cuerpo, y me dijo que no, que solamente notaba que sus miembros se le adormecían seguido y sentía un leve mareo, pero lo hachaco a su mala condición física. Así, el se quedó de sentinela en mi cuarto, y yo me fui a dormir al sofá.
Pasaron un par de días, no di parte a las autoridades, no quería que le hicieran todos esas crueles pruebas que les hacían a los confinados, fue mi estatua huésped durante esos días, nunca probó bocado y sus funciones corporales cesaron, parecía como si su cuerpo hubiera muerto y solo su cabeza estuviera con vida. A pesar de mis esfuerzos no pude sacar nada más en claro de su confinamiento, lo único que notaba es que después de cada platica, su aire de tristeza aumentaba. Si bien no podía mover su cuerpo, si podía mover la cabeza, y su cuerpo tenía cierto balanceo, como si cambiara el centro de gravedad.
A la tercera noche, tuve una de mis recurrentes pesadillas, estaba llorando y gritando, y los gritos del coordinador me despertaron, lloraba, tratando de recobrar la calma.
¡Liz, Liz que tienes, háblame!-, me gritaba, tarde un poco en recobrar la calma, y me dirigí a él para tranquilizarlo.
-Estoy bien señor, discúlpeme por favor, fue solo una pesadilla.
-¿Quiéres contarme que pasa?, tal vez te ayudaría a desahogarte si me cuentas algo.
Al principio dudé un poco, pero le decidí por fin a contar mi tragedia, tal vez para aliviar un poco la sensación de que me sentía responsable de su confinamiento.
-Sueño que me atacan, que me persiguen con un cuchillo por enormes pasillos, me dan alcance y comienzan a lastimarme, y ya sabrá para qué- le dijé mientras mi voz se volvía a quebrar por el llanto, lo que pasa es que hae 10 años fui atacada y violada, vivía por estos rumbos entonces-, ya vencida por la emoción volví a llorar sin parar-, no atraparon al responsable, y desde entonces siento que me vigila y me está acechando, por eso me cambio de lugar cada cierto tiempo, eso me da una falsa sensación de seguridad de que al menos por un tiempo no podrá encontrarme, pero el efecto no dura mucho, y necesito volver a mudarme para poder controlar estas sensaciones que me hacen sufrir tanto.
Extrañamente me sentí mejor al contarle eso, y pude recuperar la compostura pronto, y sitiendo algo de pena por dejarme ver así, me disculpé ante él.
-Perdóneme señor-, le dije, -usted tiene un problema mucho mayor que el mío, y yo lo estoy molestando.
-No te preocupes, gracias por tenerme la confianza para contarme esto, creéme que lo siento mucho.
Me sentí más animada y le dije, -gracias señor, tenemos que darnos prisa para curarlo de su confinamiento, se acerca la fecha en que me mudo, y no se que va a pasar con usted si no se ha liberado para entonces.
Noté que tenía la cabeza gacha, y me dijo, -no te preocupes, tal vez me encuentres en tu nuevo hogar, recuerda que mi apego es hacia ti -, su voz sonaba más triste que lo normal.
Como pude, me volví a dormir, y a la mañana siguiente, noté que ya no movía su cabeza, y al preguntarle porque, me dijo que no podía. Me despedí de él y ese día, fue clave para el desarrollo de los acontecimientos.
Sucedió que se decidió retirar al primer confinado, al que estaba en la fuente del parque municipal, el caso más antiguo, al acercarse a él, llevaban una grúa para moverlo, ya que conforme pasaba el tiempo de los confinados, se volvían más y más pesados, como si su cuerpo se volviera de metal, a uno de los que llegaron se le hizo fácil darle un golpe en la espalda para hacerse el gracioso, y antes sus horrorizados ojos, el cuerpo se partío en muchos pedazos, como si estuviera congelado y cristalizado, intacta solo quedó la cabeza.
La noticia corrió como pólvora, ya se conocía como podían terminar los confinados, al enterarme me alarmé por partida doble, primero por el huésped de mi casa, y más aún, por el muchachito aquél que estaba confinado por su perro, no me parecía que alguien tan joven tuviera un final tan cruel, y menos por causa de un perro.
Corrí al lugar del parque donde estaba, al llegar vi que ya estaba su madre, y por el llanto tan desesperado supuse que ya conocía la noticia. Me acerqué a ellos y noté al chico con un aspecto extraño, como si tuviera hipotermia, parecía que el congelamiento de los confinados comenzara a manifestarse en él.
Me uní a las súplicas de la madre, tratando de hacerlo reaccionar, le hicimos ver que aunque el quería mucho a su perro, la vida seguía y no había razón de su confinamiento a él. Pero solo obteniamos silencio. En un intento que traté de usar sicología con él.
-Vamos muchacho, tu querías mucho a tu perro, pero de seguro el te quería igual, y no querría verte sufrir así, verte en este estado, a tu perrito le encantaría que fueras feliz, vamos, hazlo por él.
Su respuesta me dejó helada, pero al mismo tiempo, trajo la pista final para entender a los confinados.
¡Ya cállate tu no sabes nada!- me gritó, -¿cómo va a quererme, como desearía que yo sea feliz?, ¡si yo mismo lo maté!- la señora y yo nos quedamos petrificadas,- el perro no se murió mamá, yo lo maté el día que murió, me mordió la mano, ahora se que fue jugando, pero me dió mucho coraje en ese momento y lo envolví con las sábanas y le heche encima la almohada, para castigarlo, lo estuve presionando así un rato, pero cuando lo desenvolví, ya no respiraba, era solo un cachorrito, y yo lo maté.
Por fin había descubierto la razón, los sentimientos que ataban a los confinados, eran la culpa y el remordimiento. Tenía que irme de inmediato, pero no podía dejar a la señora así, le prometí que le enviaría un psicólogo, que le ayudara con el muchacho, tal vés si se mitigaban esos sentimientos se podía revertir o al menos detener el avance de los síntomas. Regresé corriendo a la oficina, les comenté mis observaciones y quedaron que harían la prueba.
Antes que nade me dediqué a investigar algo sobre los otros casos que conocía para ver si se podía generalizar la teoría, y descubrí varias cosas. En la fuente del parque, donde había aparecido el primer confinado y que recientemente había muerto, se encontró el cadáver de una mujer, y entre los principales sospechosos del asesinato estaba dicho sujeto, el otro caso, el del hombre de edad mediana con los brazos sobre la cabeza, fui a visitarlo, no había notado hasta entonces, pero en un poste que estaba cerca de él, estaba pegado un anuncio donde se solicitaba ayuda para encontrar un niño pérdido, tuve un presentimiento, y acercándome a él, le susurré al oído:
-Fuiste tú verdad-, el hombre no dijo nada, solo me miró, con los ojos llenos de lágrimas. - ¿Se puede hacer algo aún por ese niño? - Movió la cabeza en forma negativa, y regresó a su encierro habitual.
Llevaba ya dos casos que confirmaban la teoría, para un tercero, fui a visitar a una mujer que vivía sola y estaba confinada dentro de su casa, no parecía que nada raro pasara con ella. Estaba en su jardín, al lado de un pequeño cuadrado de lozas, que desentonaba con el pasto del resto del jardín.
Para ganar tiempo, fui al grano con ella. - Se que algo te esta causando un gran sentimiento de culpa o remordimiento, y que tiene que ver con este sitio o algo que está en él, te puedo ayudar dime que és.
La mujer me miró, y asintiendo con la cabeza me contó su historia.
-Hace dos años, tuve un hijo, pero nadie podía saber que lo tenía, me fui a tenerlo lejos, y regresé sin que nadie me viera traerlo, planeaba mantenerlo encerrado, hasta encontrar quien se hiciera cargo de él, o que se me ocurriera como salir de la situación. A los pocos días, el niño se puso enfermo, tenía mucha fiebre y lloraba, pero no podía dejar que supieran que tenía un hijo, así que solo espere a que se le pasara, tras quedarse dormido, pensé que al día siguiente mejoraría-, su voz se quebró por el llanto, - pero ya no despertó, lo dejé morir, y presa del pánico, lo enterré aquí en el jardín, aún así no me sentía tranquila, puse estas lozas para no olvidar donde estaba y que fuera una especie de tumba, y aunque al principio me convencí a mi mísma que fue un accidente, que los niños mueren seguido de esta forma, me fui llenando más y más de un sentimiento de culpa, y en mi cabeza se hizo clara la idea de que yo lo había matado y así, desperté aquí un día, al pie de mi enorme pecado.
Sentí un escalofrío al escuchar su historia, y le prometí que le enviaría ayuda, en mi mente ya no había dudas, había dado con el motivo que origina el confinamiento, pensé en mi huésped, y me dió gusto saber como ayudarlo, sin embargo, un golpe helado me paró en secó, y mi entusiasmo inicial se transformó en desasosiego y desesperación. Esa noche no regresé a casa, me quedé investigando en la oficina con el internet sobre esa idea que me llegó de golpe a la cabeza, y a la mañana siguiente, con una mezcla de miedo inquietud e interés, me dirigí a casa.
Al verme llegar, el coordinador sonrió y me preguntó donde había estado, pero al ver mi expresión, se consternó y me dijo:
-¿Liz, que tienes?.
Me armé de valor y le dije: -señor, creo que he descubierto la causa del confinamiento, y aunque al principio me sentí entusiasmada por ayudarlo, ahora tengo miedo de lo que pueda responderme. La razón del confinamiento es una combinación muy fuerte de sentimientos de culpa y remordimientos, así que deduzco, que en su pasado hizo algo muy malo, que lo ha llevado a este estado.
Su cara se tornó blanca, y extrañamente, entre su expresión sombría, pude notar un leve aire de resignación y alivio. -Así es, dijo con una voz llena de amargura.
Ante su respuesta temblé, mis sospechas comenzabana a tener fundamentos. -Los confinados se apegan ya sea al lugar donde sucedió o donde está la víctima de la acción que tanto los tortura. Este edificio tiene poco tiempo, hace 10 años estaba en construcción, también hace 10 años fue cuando sucedió... lo que me pasó. Sin embargo no fui la única, fue una ola de violación a mujeres, incluso una fue encontrada muerta al pie de este edificio, al parecer opuso resistencia y eso enfureció al atacante, que terminó con su vida. Se decretó que era un violador en serie, pero nunca fue atrapado, aunque dejó de atacar con el tiempo.
-¿Tiene usted algo que ver?-, le dije con voz temblorosa.
Solo entrecerró los ojos y no dijo nada.
-Su silencio lo incrimina-, dije cada vez más afectada emocionalemte, - pe... pero eso no es lo peor. Si estuviera confinado a ese hecho, estaría al pie del edificio, no aquí en mi departamento. Entonces recordé sus palabras, aquellas que me dijo la vez que lo descubrí aquí, "mi apego es hacia tí", me dijo, esas palabras de momento despertaron mi simpatía hacia usted, pero hoy me inspiran miedo, rabia, y frustación. Si su apego es haci mí, significa que soy yo la que le causa la culpa y el remordimiento-, sin poder contenerme rompí en llanto, pero ahora no era por el miedo sino por la rabia, solo ha ocurrido un hecho en mi vida donde alguien puede sentir tanta culpa por lo que me hicieron, y fue, y fue.... - no pude terminar la frase.
Él también lloró y me dijo: - Te juro que lo siento mucho, me detuve de atacar al poco tiempo de atacarte a tí, en mi cabeza no podía olvidar tu expresión, me dedique a obras humanitarias para tratar de lavar mis culpas, pero la vida me esta haciendo pagar caro mis pecados, que peor castigo y tormento, que toparme con una de mis víctimas, convivir con ella diario, y peor aún enamorarme de ella, y saber que he hecho tanto daño a la mujer que amo. Por el amor de Dios, perdóname.
Sus palabras me hicieron perder el control, sentí que me daba vueltas todo, y fuera de mí, comencé a gritarle:
-¡Máldito, espero te congeles lo más pronto posible, no sabes el daño que me has hecho, me has destrozado la vida para siempre!- le gritaba sin poder contener mi llanto y mi rabia, - óyelo bien, nunca te voy a perdonar, y espero en la otra vida te pudras en el infierno.
Salí corriendo de allí directo a la policía, reporte el caso de confinamiento, y al poco tiempo lo sacaron de mi cuarto, yo vi de lejos el hecho, y alcancé a ver su cara, estaba sin vida, como una víctima de hipotermia avanzada, parece que lo que le dije aceleró su estado de confinamiento. Nunca más supe nada de él. A los pocos días, me mudé de allí.
De esto hace unos años, poco a poco mi teoría demostró ser correcta, y se ha habierto un debate desde entonces, si se debe ayudar o no a los confinados, que no han dejado de aparecer, después de todo, han hecho cosas malas, si bien hay quien dice que sí, y a mi mente viene la memoria del mucachito aquél, pero luego pienso en él, y no se que pensar. Hoy amanecí con hormigueo en las piernas, ¿será que me está empezando el confinamiento por lo que le hice? No creo, más bien es que dormí sobre mis piernas mucho rato. Por un momento pensé que ante el temor de terminar confinado, la gente comenzaría a portarse mejor, pero no, la sociedad sigue igual, parece que solo los que aún tienen algo de humanidad se confinan, los que no tienen escrúpulos no tienen que temer, que es la mayoría.
Por cierto, no puedo dejar de mudarme, mis fantasmas no me dejan en paz, a pesar de lo sucedido, en 2 semanas más me vuelvo a mudar, creo que esto es mi confinamiento personal, estoy confinada a mis miedos...
Fin.
Tienes alma de escritor :)
ResponderEliminarEspero haya sido interesante :), para la proxima pondre un relato que sea mío, no adaptaciones ;).
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